El amor es una morada. Todo cuanto contiene una morada ha de utilizarse, no debería haber nada oculto o resguardado. Sólo vive quien habita por completo en el amor y no teme las habitaciones ni las puertas. Pelearse y acariciarse con ternura es igual de importante; y también apoyarse mutuamente y apartarse el uno del otro. Es fundamental utilizar de veras todas y cada una de las estancias del amor. De lo contrario, los fantasmas y los olores se apoderan de ellas. Las casas y habitaciones descuidadas resultan entonces imprevisibles y huelen mal.